-Artículo en la revista Bacánika- (Bogotá moderna)

Arquitectura Expandida se deja seducir por la arquitectura moderna bogotana, a través de un trayecto por algunos lugares de la ciudad, que cualquier visitante ocasional podría haber recorrido.

En la revista bacánika

Descargar el número 53 del 3 de agosto de 2010.

BOGOTÁ MODERNA

A primera vista Bogotá es una ciudad moderna. Y especifico que, para una arquitecta española que viaja por primera vez a Colombia, este concepto tiene mas que ver con el patrimonio arquitectónico y urbano, que con la actualidad y renovación de la ciudad.

Es sorprendente haber estudiado en la universidad un movimiento arquitectónico que cambió la manera de concebir ciudades y arquitecturas en el mundo; haber concluido  que debió tratarse de un movimiento teórico ya que los ejemplos de este tipo de arquitectura en las urbes europeas son muy escasos; y descubrir  Bogotá: una ciudad inundada de modernidad tangible y con posibilidad aún de ser conservada.

El movimiento moderno o internacional -iniciado en los años 20 y liderado por Le Corbusier- fue la respuesta arquitectónica a un nuevo contexto social caracterizado por la explosión demográfica, la industrialización y la reconstrucción de posguerras, que promulgaba la ortodoxia funcionalista: lógica, sencillez, austeridad, sobriedad, abstracción geométrica, economía de medios y recursos, a través de soluciones constructivas como “la estructura dominó”, que plantea resolver la gran demanda habitacional y considera que las ventajas del progreso técnico podrían consolidarse en todas las capas de la sociedad por medio de técnicas basadas en la producción en masa y en la prefabricación del proceso constructivo, generándose diseños racionales y estandarizados, pero compatibles con el arte.

En Colombia, el gran desarrollo demográfico, industrial y comercial se produce a partir de la implantación del tráfico aéreo en 1945 -seguramente por eso el grueso de las construcciones modernas comienzan en esta época- , acompañados de un intenso debate liderado por la revista Proa, que cuestionaba si la arquitectura moderna colombiana era una copia acrítica del modelo internacional o la unión conceptual de tradición y modernidad.  A este respecto, aunque muchas de las vanguardias históricas que dan origen a la arquitectura moderna se definen como movimientos deliberadamente internacionales, globalizadores y antihistóricos, en Colombia muchos teóricos relacionaron directamente estas construcciones con la arquitectura colonial colombiana, que es especialmente austera .

No pretendo rememorar la historia de la arquitectura bogotana del siglo XX de forma espontánea, sino estimulada por el primer “contacto moderno” a mi llegada a Colombia: el aeropuerto “El Dorado”, actualmente foco de polémicas por el debate que ha surgido en torno a la conservación o demolición de la terminal 1 para la construcción del nuevo dorado.

A partir de este aterrizaje de lujo, el resto del paseo me va pareciendo inevitable y gratificantemente moderno: salgo en taxi por la avenida 26 (intervención urbana de 1952 que ya se planteaba en los planos de Le Corbusier de 1948) hasta el hotel en el que me hospedo, en el Centro Internacional, donde los edificios en altura del complejo Tequendama, Bavaria y EcoPetrolconforman el núcleo simbólico de la modernidad en Bogotá.

Aunque en un principio me fuerzo por hacer la visita turística de rigor a la Candelaria, se interpone en mi camino un escenario urbano impresionante: el cruce de la carrera séptima y la Avenida Jiménez, con edificios como el del Tiempo, Avianca el Edificio Banco de la Republica, y el Banco Central Hipotecario. Aprendo que este último edificio además de ser estética y funcionalmente moderno, corresponde a una institución que financiaba proyectos de vivienda colectiva durante los años 60 y 70, que a su vez, de alguna manera, incorporan los principios del movimiento moderno: Ciudad Kennedy, Barrio Modelo y Bloques Antonio Nariño.

Mi tercera jornada en Bogotá va a estar condicionada por una visita de trabajo a la Universidad Nacional, y de nuevo una agradable sorpresa al llegar al campus. Un complejo que compagina  una distribución de generosos espacios verdes con edificios blancos de geometría muy sencilla y compuestos de volúmenes contundentes  y  abstractos, como el del Auditorio León de Greiff , el Edificio de Ingeniería y el único Museo de Arquitectura de la ciudad.

Pero los edificios simbólicos y reconocidos no son únicos representativos de la herencia arquitectónica moderna bogotana: para barrios como Chapinero, La Soledad y Teusaquillo no es fácil ejemplificar su acervo a través de edificios concretos de autor, aunque sí en una traza e imagen urbana que conjuga la eficacia técnica y económica con los preceptos estéticos y modos de vida modernos.

Aun así, estas construcciones “no monumentales” están lejos de protagonizar la escena del patrimonio arquitectónico: algunas pasan desapercibidas por el deterioro, por las trasformaciones que han sufrido o porque representan un estorbo y son víctimas de campañas de desprestigio que buscan su desaparición por motivos especulativos. A la carrera décima se le llama “la del olvido moderno” por una gran cantidad de edificios de oficinas abandonados, que en un momento de la historia conformaron un centro administrativo pujante. El Hotel Bacatáque va a sacrificar su patrimonio arquitectónico por entrar en un ranking de alturas, o la casa del millón de pesos en la Soledad: un auténtico icono urbano y ciudadano del barrio, destino de excursiones familiares de los vecinos durante décadas y que sólo ha podido ser recuperado por la iniciativa privada, actualmente casa-teatro Ensamble.

Y es que, con en la mayoría de los países, las normativas e incentivos a la conservación son deficientes y difícilmente aplicables: limitaciones de desarrollo de los predios, dificultad de cambio de uso por otro mas pertinente, no aceptación de ampliaciones que el edificio ha tenido a lo largo de su historia y dificultades administrativas para conseguir el permiso de obras, que hacen que los procesos sean lentos y costosos.

La Fundación Internacional DOCOMOMO intenta, por su parte, preservar el patrimonio moderno pero. Vista la dificultad de este cometido y el hecho de que actualmente en muchos contextos sea irrecuperable, ha acabado siendo una institución de registro y archivo.

Sin embargo, Bogotá tiene el privilegio de contar aún con un vasto patrimonio material, poco cuidado a veces, pero aún en pie y con capacidad para ser recuperado, rehabilitado y protegido. Y este compromiso no sólo depende de instituciones y profesionales, sino también del papel activo de la ciudadanía: de estudiantes, familias, turistas; gente como usted y como yo. Por ello les animo a que salgan, paseen y redescubran con ojos modernos, no les defraudará.

-Ana López-Ortego- julio 2010.

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