Para vivir tenemos que narrarnos; somos un producto de nuestra imaginación. Nuestra memoria en realidad es un invento, un cuento que vamos reescribiendo cada día (lo que recuerdo hoy de mi infancia no es lo que recordaba hace veinte años); lo que quiere decir que nuestra identidad también es ficcional, puesto que se basa en la memoria. Y sin esa imaginación que completa y reconstruye nuestro pasado y que le otorga al caos de la vida una apariencia de sentido, la existencia sería enloquecedora e insoportable, puro ruido y furia. Por eso, cuando alguien fallece (…), hay que escribir el final. El final de la vida de quien muere, pero además el final de nuestra vida en común. Contarnos lo que fuimos el uno para el otro, decirnos todas las palabras bellas necesarias, construir puentes sobre las fisuras, desbrozar el paisaje de maleza. Y hay que tallar ese relato redondo en la piedra sepulcral de nuestra memoria.
Montero Rosa (2013), La Ridícula idea de no volver a verte. Editorial Seix Barral, Barcelona. Pag 117
En el marco de la estrategia de activación social de los Columbarios y el Cementerio de Pobres, del Instituto Distrital de Patrimonio y Cultura (IDPC), fuimos invitados a diseñar, construir y gestionar un laboratorio de creación, de la mano del Sindicato de Trabajadoras del Hogar e Independientes SINTRAHIN, en el Antiguo Cementerio de Pobres (predio donde hoy funciona el Centro de Memoria Paz y Reconciliación).
Seguir leyendo LAS OCULTAS: DIÁLOGOS DE CUERPOS EN RESISTENCIA [Mártires, Bogotá] 2023